miércoles, 24 de febrero de 2010

Mata Hari

Este cuadro es decididamente horripilante.  Lo se y lo asumo.  Lo asumo publicamente, sin verguenza y con resignación. Pensaba en Mata Hari, la holandesa bailarina que vivió en Sumatra, la espía internacional, la que fue traicionada por el único hombre que amó, la que fue fusilada por un escuadrón de 10 soldados, 3 lo suficientemente cobardes para atinar.  
Eso pensaba mientras profanaba este lienzo comenzado por el Cóndor, con una dulzura superior a mis fuerzas. Ahí estoy yo, pintada pintando esa misma escena por el dibujada, con el fantasma de Mata Hari y su amado infiel, tramando con el oído puesto sobre el corazón de ella.  Ella y su corazón partido, ella y su famosa expresión de soberano desprecio que blandió aún frente al escuadrón de fusilamiento. Ella y su talento,  su poder, su soledad, y su dolor.

martes, 23 de febrero de 2010

viernes, 12 de febrero de 2010

LISA GERRARD Sanvean

Aquel hombre se pegó el susto de su vida cuando enredado en sus redes, surgió del océanno el montón de huesos que era ella. Cualquiera sabe que pescar un cadaver trae mala suerte. Muy nervioso intentó desenredar el esqueleto, parte por parte. Cuanto más lo intentaba, peor era el enriedo, hasta que preso de un ataque de pánico abandonó las redes y corrió a refugiarse en su iglú. Ella lo siguió a su casa. Se acostó a su lado, mientras él dormía profundamente. Le arrancó el corazón. Lo cosió con su dulzura. Colocó el corazón de él, en el centro de su propio pecho, y enseguida comenzaron a formarse los órganos y tejidos. Al despertarse al otro día, el hombre descubrió yaciendo a su lado, a la compañera que siempre soñó.

Así vamos, como en esta leyenda inuit, del susto al encantamiento, y del hechizo a la desilusión. Trabajamos, no dejamos de buscar, enfrentamos, y así estando, ojo a ojo encontrándonos desde el alma, experimentamos de esta vida, tras el terror y el asco, lo más íntimo, lo más bello, lo más real.

martes, 9 de febrero de 2010

Carta

Hola mi amor:

Hoy desperté angustiada.  A pesar de lo cual me levanté y retomé mi rutina diaria.   No recuerdo que soñé, y si acaso ese sueño me distrajo un rato del ensueño al que cada día despierto.  Cada mañana ni bien verifico tu ausencia, me dedico a soñarte.  Pasa el día, y no recibo noticias tuyas. La vida me pesa, me molesta, no entiendo para qué sigo acá, por qué no puedo nacer de vuelta en algún mundo donde el amor sea cotidiano y tangible.  Lo nuestro ha sido siempre un bello sueño.  Vuelvo a esa tarde perfecta, y en el corazón mismo del paraíso reconozco el vacío.  Allí estábamos los dos, juntos y solos, y los silencios, las tensiones,  el aburrimiento y el deseo de partir.  Allí vuelvo sin embargo.  Cuando estuvimos juntos, aquella tarde única de primavera, entre el arte y la belleza, entre caricias y siestas.
Ahora todo es dolor, y aquella mujer que fué feliz  contigo debe morir.  Ya no la alimentes.  Debe morir.
Una mujer vieja y vencida está por ocupar su lugar.  Es preciso, darle espacio.  Porque la vejez y la derrota son imprescindibles, y sólo a los más fuertes les es dado el privilegio de portarlas por el mundo, para que otros puedan darse cuenta de lo afortunados y felices que son.  Estoy condenada a seguir acá por ahora. Hasta que algún poder superior se de cuenta que ni soy fuerte, ni valgo la pena, así como estoy:  llena de lágrimas que atenazan mi garganta y oxidan mi osamenta.  Cargada de dolor sobre los hombros, paralizada.  Rodeada de fantasmas,  yo aquí sin alma. Con un cuerpo que fuertemente acorazado, resiste sin derecho y sin consciencia.
A ti no te importa.  Tu no me recuerdas.  Hace mucho que estoy muerta.  Tanto que recién había empezado a vivir entonces. Y ahora soy vieja.  Y estoy cansada. Y muy, muy triste.



Mucho tiempo quise saber por qué no me quisiste.  Qué me faltaba, por si lo pudiera conseguir. Qué te faltaba a vos, por si podía dártelo.  Cada pregunta tuvo silencio y dolor por respuesta.


  Solo deseo ver tu rostro y tomar tu mano en el instante de partir.
Sin más,
aquella.