sábado, 18 de octubre de 2008

VIOLENTA


Agotada y anegada ahora, pero como un volcán en erupción hace seis horas. Irrefrenable, derramando ira, miedo, deseos de venganza, sed de sangre ya sin objeto, y sin control.
Al volante fui despojándome de ropa, sudando y hediendo, con los volúmenes y sus presiones al máximo, todos.
Detuve el auto en doble fila, frente al hospital. Llamé a Laura para tomar un café. Participé un rato de la cotidianeidad de ella y su familia, y los efectos de la violencia en mi cuerpo se disiparon, dando paso a un profundo cansancio de todos mis huesos. Los párpados comenzaron a pesarme, y me fui al Rodelú a comer mucho y barato, regado por un liso que en mi cuerpo hizo la función de un par de plidex. Luego retomé la ruta a casa, y recibí un par de lindos piropos en el camino. El cansancio, Kusturica y el dúo de pianos de Tiersen me devolvieron a mi colchón de pétalos de rosa, mi bolero de mohair gris y mis libélulas. Y pinté mi mesita plegable...