miércoles, 6 de enero de 2010

El Discurso Vacío vs el Discurso Amaestrado: ¡Nos sobran motivos para ser salvajes!


Había una vez un pajarito que vivía desde pichón en una bonita jaula de cuyo mantenimiento se ocupaba la niñera de tres pequeños educandos en proceso de creerse dueños del mundo y las verdades económica y sociopolíticamente convenientes dentro del rubro de las convencionales. Y es que los padres de estos pequeños habían decidido años ha, y a raíz de su propio entrenamiento, que el aprendizaje del dominio de una especie inferior es traspolable a toda experiencia vital.
Lo cierto es que tan bien hacía su trabajo la mentada nana, que el propio pajarito estaba convencido de que no existía mejor destino para él, y de hecho sentía lástima por todas esas desgraciadas aves forzadas a procurar su propio alimento y confort, desamparadas, condenadas a una magra e incierta existencia plagada de peligros acechando por doquier.
Ser felices es prácticamente un mandato biológico, y evidentemente el pajarito amaestrado precisaba invertir muchísima energía en el mantenimiento de la ideología que hacía sostenible su cotidianeidad. Para afirmarse, transmitía estas ideas a todo pájaro que pasara por las cercanías de su jaula: las normas son indispensables, trinaba; la mejor existencia es la organizada, piaba con convicción; ¡el alineamiento es el camino a la perfección, la fórmula misma de la felicidad! Las aves lo escuchaban (no tenían más remedio, pues el pajarito, a base de ración balanceada, tenía una voz muy potente) mientras se alimentaban de bichitos sabrosos y muy distintos a los que había en otros jardines, dada la presencia de exóticas plantas tropicales opíparas de flores y frutos de atractivo colorido; y permanecían en misericordioso silencio, echando una pudorosa mirada al condenado, y otra vigilante a las inmediaciones para cerciorarse que no hubiera enemigo a la vista.

Dedicado a mi querido amigo Pajarón, idólatra de las Normas de Calidad, sin las cuales ninguna actividad productiva es viable.