sábado, 24 de mayo de 2008

ENEMIGOS NATURALES


Contemplando parte de la obra de Roberto Juarez es que me puse a pensar en la función vital de los enemigos naturales. Ama a tus enemigos. Aprecio ahora la armonía implícita en este mandato trascendente. Cualquier ser vivo que se reproduce y crece, sin presencia de enemigos naturales, territorializa hasta el infinito, se erige en peligrosa preponderancia, eliminando a fuerza de pura diseminación, la posibilidad de existencia de lo otro. Porque en este universo, siempre hay más.

Hasta el día de hoy, saber que en las ciudades el único enemigo natural de las comadrejas es el hombre, me hacía sentir una automática repugnancia hacia mis congéneres;y fue contemplando el exquisito balance de luces y sombras en este cuadro de Juarez, que comprendí debía asumir mi rol como exterminadora. Tras mi tercer óbolo frutal a mi opossum anoche, cuando trajo a su novia, me di cuenta que lo que supo ser la visita diaria de un inofensivo y simpático marsupial, podía devenir territorio y límite contestado por una decena de seres con hábitos y colonias bacterianas muy disímiles a las propias.

Contemplando este himno al equilibrio, reivindicación de la armonía intrínseca que rige los procesos naturales, y con mi alma aún anidada en las alturas del templo, a 400 metros de tierra fácilmente transitable, fue que asumí mi amorosa función de enemiga natural. La asumí teóricamente. Ahora, como mujer, debo encontrar la forma más bella y limpia de concretarla.

La vida se desarrolla en tensiones, flujos múltiples, polarizaciones, fuerzas en pugna. Tensiones que al remitir o sólo por remitir, hacen que lo vivo pierda su condición. Si la pereza es un pecado capital, ha de ser porque el perezoso no ejerce la fuerza que en este mundo ha sido llamado a profesar. Y el cobarde es condenado por motivos similares.

Mañana me convertiré en la bruja que siempre quise ser, y les presentaré mi manzana envenenada.