miércoles, 8 de agosto de 2007

INOCENCIA Y CRUELDAD

Mi amigo demonio plantea que el amor es un vector. Yo me quedé con los ojos fijos en el monitor y los dedos congelados. ¿Un vector? ¿Uno solito? Pienso que el amor es el generador de los vectores, lo que nos impulsa hacia el otro. A diferencia del deseo, que busca al otro para satisfacer una necesidad elusiva, el amor quiere compartirse para construir. Otro amigo, amigo ameba sin seudópodos (ver Freud), me recomienda una película, que no pienso citar tratándose de un manifiesto de ética de la crueldad, teorizaciones de esfuerzo ponderable, y que no nos hacen bien. Acorde a los constructos de Nietzche, Artaud, Buñuel... la crueldad es un vector. Una forma de dirigirse entre seres que no pueden relacionarse. Donde yo soy yo, soy todo y el mundo, y vos... eso. Un objeto que como y cago con esfuerzo. Anorexia y estreñimiento del cruel.
Implica el rechazo a sentir placer en la relación con lo no-yo. Incapacidad para el goce. Significa haber sufrido alguna vez, y sólo hallar placer en su nostalgia. Es vivir en una casa derrumbada, habitando precariamente su más abyecta habitación, ignorando el resto. Existe un estúpido heroismo en esta actitud, un idealismo arcaico que insólitamente posee una importante porción de inocencia.

Inocencia y crueldad se unen en la desmesura, aconteciendo en espacios excentos de lenguaje. Allí donde el gesto y la mirada prescinden de auténtica presencia, nutriéndose de puro presente.
El vivir negado a los placeres de la carne (atributo de la inocencia) es la mayor crueldad, hacia uno mismo y los demás.
Cuando la inocencia o la crueldad se infiltran en el Sexo, éste se desvirtúa al dejar de ser encuentro.
Coger sin inocencia y sin crueldad es el aspecto fundamental del éxtasis amoroso.