sábado, 22 de marzo de 2008

DISTANCIA ÓPTIMA

Mi fábula favorita, es la citada por Freud en una de sus obras, escrita por Schopenhauer: Los Puercoespines en Invierno. Resulta que en la estación gélida estas tiernas y espinosas criaturas, naturalmente pasan frío. Entonces se acercan. Al hacerlo se pinchan, y se vuelven a alejar. La adversidad climática los impulsa a volver a intentarlo. Sucesivas aproximaciones y dolorosos apartamientos. Hasta que encuentran la distanca óptima: aquella en la que se brindan calor mutuamente, sin pincharse.
Todas las criaturas vivientes de este planeta necesitan esa distancia para mantener su capacidad funcional, desarrollarse plenamente y satisfacer sus necesidades. Con espinas visibles o sin ellas. La maestría es llegar a predecir con exactitud cual es esa distancia. Cuanto antes aprendemos a estimarla, tanto menos padecemos. En el trabajo, con el jefe, la distancia óptima pasa por una clara descripción de funciones; y que este tenga su propio espacio físico a una puerta cerrada de distancia (cuestión de no estar en tensión las 8 horas de la jornada laboral). Con los amigos y familiares, puede ser desde metros a kilómetros, desde una llamada telefónica diaria, hasta dos por año. Con el hombre de tus sueños, puede reducirse a los centímetros necesarios para respirar, por lo menos mientras dure el invierno interior. De minutos a años de dichosa cercanía y doliente ausencia plagada de deseo. Así como la existencia de cualquier cosa trae consigo la de su opuesto, también existe la Ausencia Óptima: el tramo de ausencia, que siendo aún tolerable y por eso no rechazado de la conciencia, es necesario para alimentar el caprichoso Deseo, motor de todas las búsquedas humanas. El espacio vacío que todo lo vivo precisa para seguir adelante.