miércoles, 16 de abril de 2008

CABALLITOS Y DRAGONES DE MAR


Yo no sé...
como hay quien malversa la vida
como hay quien invoca una herida
como pueden gastar el amor.
Yo no sé...
como si nos faltaran cadenas
como si nos sobraran las cenas
como si diera dicha el dolor.

ABRACADABRA siga la pata en su cabra
girasol, alelí, la mariposa besó al colibrí.

Silvio Rodriguez, ABRACADABRA.

Son peces, y nadan de pie. Su poder de mímesis es el mayor del mundo, mayor aún que el de los camaleones. Cambian de color no sólo según su habitat, sino también según su estado de ánimo. Su perfeccionada estrategia de supervivencia en un mundo poblado de carnívoros, es pasar desapercibidos y quedarse muy quietos durante mucho tiempo, así como adoptar color y hasta forma de su ambiente, que es el de los bosques del fondo marino en regiones templadas. Cada vez que se enamoran, lo cual sucede con gran frecuencia (entre 10 días y 6 semanas), lo hacen de mas de una pareja en simultáneo. Entonces danzan, tiemblan, vibran, se colorean con los matices más brillantes, se enroscan por la cola fuertemente hasta quedar trompa a trompa, panza a panza, y ojo a ojo. Es entonces que la hembra asoma su ovopositor y llena la bolsa del macho: él recibe cada uno de esos huevos, que el fertiliza a medida que van entrando, habiendo generado para cada bebé una placenta particular. El líquido placentario va cambiando con el correr de los días, pareciéndose cada vez más al agua océanica, para minimizar el shock del nacimiento. Cuando el momento llega, el macho frota durante horas su abultado vientre contra una roca, con agudo dolor y espasmódicamente, porque el vientre ha de rasgarse para que los pequeños, cada uno una réplica en miniatura de sus progenitores, puedan nacer. Y se produce la grieta, y salen al mar los que pueden ser hasta 400 de los cuales llegaran a adultos apenas unos poquitos. Estos pequeños, que miden unos 3 milímetros al nacer, vuelven por momentos a la panza de papá, cuando el mundo se presenta demasiado hostil.
Y enseguida papá se vuelve a enamorar, como ya lo ha hecho mamá infinidad de veces aún antes del nacimiento de sus hijos.

Así, de amar a mares traviesa , es el ciclo vital de los caballitos y los dragones de mar.