sábado, 21 de febrero de 2009

ESTRATEGIAS DE GESTIÓN DE CAPITAL HUMANO

-Tu jefe es un idiota.

Me dicen del otro lado del tubo, y yo con el aludido concentrado en lo suyo a pocos metros, sin titubear contesté -Puede ser... pero sigue siendo una buena oportunidad laboral-. Si a fin de cuentas, el jefe es un detalle anecdótico nomás.

Pero a los veintipocos una cree que el trabajo perfecto existe. Así que es cuestión de seguir buscando. Pisando el camino para nunca encontrar. El que busca... busca. Ninguna otra cosa es cierta, ni posible. Así que la niña perdida seguirá buscando(se) eternamente, rutina monstruosa de la que siempre pretendió escapar.

Pero en fin, más allá de las niñas soñadoras y sus tristes destinos, mi reflexión viajó hacia la estrategia del especimen en cuestión. Porque indudablemente existen razones para que mi jefe sea el director de la empresa, y yo la empleada peor pagada y considerada de la misma organización. Si él el corazón, yo el apéndice.
Así que seguramente hay cosas para aprender.
Evidentemente existe el presupuesto de que la presión convierte al carbón en diamante. Que la letra con sangre, entra. Que a la gente se la alinea a la empresa a latigazos más rápido (y bonito y barato) que a fuerza de mimos y reconocimientos. La felicidad está afuera del paréntesis de las ocho horas. Uno va a trabajar, y eso debe significar cara de culo y amarga concentración en la minúscula e insignificante tarea que te ha sido asignada (por cierto, acorde a tu capacidad y tu valía).

Es probable que el jefe tenga razón. Es una buena forma de quedarse con el grupo de personas más desesperadas y limitadas de la ciudad. Los que nunca se van. Sólo se gasta en despidos... cuando el feudo se derrumba tras años de boicots.