jueves, 20 de marzo de 2008

RETERRITORIALIZACIÓN


La tarde en que Elisa, volviendo del trabajo, se topó con Mauro justo en el centro de su ser, no dudó de que debía expulsarlo, sin demora y sin temor. Ni bien llegar, se metió en la ducha, se puso sexy, y entrada la noche salió a encontrarse con un reemplazo potencial. Le resultó auspicioso que el punto de encuentro elegido fuera el bar Primitivo, estando como estaba convencida de que su accionar era solamente natural, y por lo tanto lógico y verdadero. Tan natural como arrancar un yuyo de un cantero.
Germán, tal era el nombre del candidato de la noche, era un muchacho de bellas facciones, tierno y sin curtir, tratando de lucirse ante ella dándose aires de intelectual.
Lo miró extensamente y en detalle, aprovechando que él estaba inmerso en la profundidad de su alegato, que ella escuchó atentamente hasta cierto punto, y llegando él al final de la breve pero nutrida autobiografía, Elisa comenzó a temblar incontrolablemente. Se despidió rápidamente y huyó. Llegó a su casa y se sentó a escribir su carta de despedida. Hola Mauro! blablablabla y un adios escasamente adornado y concluyente. Pensó unos segundos antes de hacer click en Enviar, como se acostumbre antes de una acción irrevocable.
Pasados unos días, cual sabía ya Elisa que suele suceder con sus amores, Mauro comenzó a crecer en su interior alimentado por la eternamente nutritiva Ausencia, y por su callada aceptación. Esto último fue lo peor... ¡ni siquiera protestó!
Elisa no miró para otro lado, como siempre hacía. Aceptó su nuevo huesped, supuso que como toda peste cumpliría su ciclo para quedar sepultada finalmente, habiendole brindado oportunidad de producir defensas contra accidentes semejantes, en un ilusorio futuro.
Y lo cierto es que en eso anda Elisa: regando a Mauro con pinturas e inspiradas palabras, ese Mauro de la parte interior de sus ojos de donde no volverá a emerger; y confiando, si no en los ciclos naturales, tanto como en la súbita irrupción de un nuevo amor. Considerando llamar a Mauro al menos tres veces cada día y dándose un liberador permiso: si... pero después. Zanahoria que la anima a no meterse en la cama hasta que su nuevo amor venga a yacer a su lado.

Dueña de sí, y de sus injertos.

P.D: Mauro... ¿te pinta una cerva?
Beso... Elisa.