jueves, 22 de mayo de 2008

LOS MIL NOMBRES DE LA ALEGRÍA


"In the end we conserve only what we love. We will love only what we understand. We will understand only what we are taught."
Baba Dioum

"Tu, tan sólo tu... es lo que necesito hoy
Tu, tan sólo tu... y lo demás lo invento yo."
Cacho Castaña

Cuando lo vi por primera vez, me asusté. Nos quedamos parados, mirándonos a los ojos, ambos inmóviles. El Opossum se dio media vuelta, e ignorándome, continuó su búsqueda de alimento por el jardín.
Pasaban días, y me olvidaba del huésped. Sólo lo recordaba cuando hacía un asado nocturno en el parrillero... en algún momento se asomaba a buscar los restos, cuando todos habíamos partido. Y entonces oía el estrépito de botellas, porque animalito más torpe no puede haber. Lo he visto colgarse por la cola del cuello de una botella tumbada en el borde de la mesa. Dan ganas de ponerle un paracaídas. Pero lo cierto es que sobrevive, ni se inmuta, y al día siguiente, a la misma hora, vuelve a repetir la hazaña si las condiciones están dadas. Si no lo están, seguirá volviendo hasta que lo estén. Bichito rutinario, torpe, perseverante, nocturno y evitador de confrontaciones y de seres en general.
Así que teníamos una plácida convivencia sin amor, habiéndonos reconocido mutuamente como seres inofensivos y respetuosos de la otredad.
Hasta el día que lo vi en mi cocina, trepado en el fregadero sobre mis recién lavados platos. Allí bramé un firme y decidido FUERA BICHO, y a la mañana siguiente rumbee a la ferretería en busca de una forma de exterminio rápida, masiva, e infalible. Dicha fórmula no existe. Me informaron que lo único que se ha inventado para exterminar comadrejas, es el Winchester, y hasta ofrecieron prestarme uno. Allí me imagine perforando las paredes, y dios no quiera, alguna extremidad de un vecino, o hasta de las mías propias. Mejor no.
Entonces me puse a consultar con más gente, en especial las dos personas cuyas opiniones más respeto en estos asuntos, ya que son personas que viven en estrecha comunión con la naturaleza.
Raquel me dijo que le tire aceite hirviendo. Le dije que es una vieja hereje, y que jamás en la vida sería capaz de semejante horror. Me aconsejó consultar con un psiquiatra. Paul me explicó que mi comadreja era un Opossum, me informó acerca de él, me enseñó a verlo de otra manera. Confieso que al principio tuve cierto escepticismo ante tanto amor por un bicho tan parecido a una rata... en principio cualquier bicho con trompa y cola larga podría ser una rata, mida lo que mida. Y sabido es que TODAS LAS RATAS SON FEAS Y MALAS.
Pero no tenía alternativa. No tenía corazón para matarla... así que sólo me quedaba aprender a amarla.

Hoy le di una pera a las 19:00, una manzana a las 22:00 y hace un ratito, nuevamente el conocido estrépito en el patio me hizo salir a descubrir, no uno, sino dos opossums. Les tiré otra manzana. Hicieron de cuenta que nada notaron, ni a mi, ni a la manzana, y que mi existencia y mi aporte les era completamente indiferente. Entré, cerré la puerta, las vi marcharse por la consabida ruta diaria. Acaban de volver a comerse su trofeo a la indiferencia que todo lo puede. Las miré comer... una la manzana, otra algún insecto (son animalitos que no saben compartir). No dejan una semilla, ni el cabito, nada. En fin... me dejan el patio bien limpito, y a la vez me enseñan a convivir y a amar.
Como dijo Baba Dioum, al final amar implica comprender, y comprendemos lo que nos han enseñado. Conocer, conocerse, puede llevar mucho tiempo, puede no conseguirse nunca, puede suceder en una fracción de segundo. Depende mucho, como dice Paul, de los grados de apertura que cada uno de nosotros tenga. En su magnanimidad, la diferencia entre él y yo es que él está un poco más abierto a la vida. Es cierto. Pero estoy aprendiendo, porque hace rato que ese hombre está intentando entrarle a esta pared.

A veces uno ama, y entonces se apresta a conocer. Y otras, uno empieza a conocer y entonces aprende a amar. El orden de los factores, una vez más y como en toda suma, no afecta el producto. Amor y compasión. Conciencia de que somos parte de un mismo espíritu, infinito y atemporal. Que nuestra proximidad nunca es casual, que debemos amar todo lo próximo, que te amo, te perdono, y te pido perdón por mis torpezas, siempre. Y como dice el viejo y entrañable Cacho Castaña, espíritu inmortal de la barriada porteña, sensible y elemental como yo,
"Tu, tan solo tu... y lo demás lo invento yo."