martes, 11 de septiembre de 2007

Punto G Punto

Lo vi desde la puerta... me fascinó, y eso que no era mi tipo. Petiso, morocho y bien parecido a las criaturas que encontraron en Roswell. Cabeza grande, cónica, ojos inmensos... esa mirada fija, enorme, delataba que estaba computando y al acecho. Lo de esa noche no fue un encuentro sagrado, sino una embestida celestial. Me senté en un taburete desde donde dominaba, a la distancia, la mitad del territorio. Yo lo miraba, el me observaba. Yo, desde mi escaño de diosa pagana, quería ver de que forma se iba a acercar. Comenzó a dar felinos recorridos en torno a mí, rondando. Absorta en el hechizo estaba cuando apareció una conocida de no se donde, a 40 centímetros de mi cara, y bloqueando, parecía que a propósito justo lo que yo quería ver. Las frases expeditivas del caso con la molesta, y paso a darle mi teléfono, que que bueno sería vernos otro día. No le llevó tanto tiempo darse cuenta, y miró sobre su hombro permitiendome ver... que G ya no estaba. Por una fracción de segundo me dispuse a renegar de mis ángeles, cuando veo que ella mira sobre mi hombro y casi al mismo tiempo oigo un susurro en mi oido: "¿Para que le diste tu teléfono? Tenés que aprender a decir No. No Quiero" Me sentí instantaneamente magnetizada. Me dijo un montón de otros aciertos esa noche, llevándose el galardón:

"Lo único que quiero... es hacerte mimos."

Quizás no parezca una frase para nobel de literatura. Pero nunca escuché tanta verdad en tan pocas palabras... ni tanto encanto.
Es cierto, tengo que aprender a decir que no... pero esa noche aprendí a decir que sí, porque tengo ganas.



La fiesta que tengo la llevo aquí,
la tengo, la llevo.

La Fiesta. Amparanoia