lunes, 6 de agosto de 2007


Mis amigos vinieron una noche a pintar. Me dejaron un cuadro a medio hacer... que si bien luce un water, no era una irremediable cagada. O al menos, en vista de los esfuerzos y materiales invertidos, intenté que no resultara tal. Así viene quedando.

A Juan le pedí que le aportara estructura y equilibrio a nuestra obra, así como aporta eso mismo a la vida. Y produjo la cámara de los secretos... allí en el estrato central de la mente, en verdes y cobre, vida, flexibilidad y dureza. Él es así: conciso y preciso al exponer/se. Es como el cobre: duro, pero flexible, y lleno de vida. Él representa orden y sentido.

Carlos aporta caos y destrucción. En la vida es principio vital de desunión, y en la pintura el trono donde se deposita lo que de este mundo se toma para digerir y evacuar, en belleza. Lo ubiqué en el rostro, a posteriori, considerando el destino de lo aparente. Es que estuvimos hablando de la química. ¿Qué es la química? Ellos dicen que es algo que se produce por el olor y el tacto, y hablaron de ínfimos detalles que pueden destruir la química como la presencia de puntos negros en rostro de partenaire... Mechita, la etérea, la libélula, se sintió prácticamente agredida por tan escatológica visión del encuentro. La química es, para mí, algo que se produce en el cruce de dos pares de ojos. En dicho encuentro las que se animan a exponerse o no, son las almas. Y cuando sucede eso, (que suele preceder por varios metros el alcance de los demás sentidos) todo lo demás son detalles.