domingo, 5 de abril de 2009

Estrategias de Seducción


Seducir, dice algun etimólogo, es lo opuesto a producir. Producir viene de hacer visible, seducir es envolver en un manto de misterio la causa de una acción. Dice Gonzalo el entomólogo, que colocados en una cajita una araña macho y una hembra, uno siempre podrá predecir con exactitud como se comportará el macho, pero jamás la hembra actuará de acuerdo al modelo del calificado entomólogo (quizás no tan casualmente, también macho).

Al macho, la competencia espermática, dizque su impulso vital, lo reduce a reacciones y conductas estereotipadas. Mientras que la hembra, protectora y reina de ese gran tesoro que es su óvulo, debe evaluar cuidadosamente a sus candidatos y seleccionar un macho digno de la riqueza de su vientre. A veces elige al mejor proveedor, a veces al más atractivo. El atractivo sexual no es accidental ni gratuito, sino consecuencia de la salud, la fuerza, y la astucia del macho ante enemigos y vicisitudes de la vida. La belleza es un producto de vivir en plenitud: ausencia de enemigos naturales, abundancia de comida y agua.

Esta competencia mortal por asegurarse la perpetuidad sobre esta tierra, es la raíz de todo conflicto social, dice el etólogo. Que es lo mismo que aconsejar hacer el amor y no la guerra, aún sabiendo que el amor (dolido y rabioso) está en los huesos de todas las batallas. Amor como paciencia y furia, colchón y frazada, médula y energía, compasión o muerte, espejo elegido del alma.

Uno podría pensar también que cada ser vivo en este mundo lucha por ser el elegido del objeto de su afecto, y en ese afán, todas las tretas son válidas. Desde adornos, sofisticación y poses, pasando por mentiras y amenazas, hasta el juramento solemne de monogamia, protección y apoyo hasta el fin.

Y para ir terminando, agregar por qué no la visión del poeta: amor que se serena, ¿termina? ¿empieza? Amor asomándose de si mismo, a si mismo, siendo también memoria de si, comiendo de si, ¿que vieja sombra le chupará la nuca? Pestes que visitaron mi país, atacaron, se fueron, como el viento... (Juan Gelman).

En el arte de envolverse de misterio para ser la elegida del elegido o viceversa, hay un hilo de desamparo y necesidad, un hilo de narcisismo, una urdimbre de conocimiento atávico con respecto a saber que cuanto más inaprehensible se es más deseo puro, y de ahí los movimientos ambiguos, sugerentes, a veces veloces, a veces provocadoramente lentos. De ahí la dosificación de las miradas y los gestos, la proporción de distancia necesaria y presencia urgente.