martes, 8 de abril de 2008

AMOR IMPOSIBLE: Nombre y Estampa de la Ausencia Óptima




Mi amor es ese que está parado al lado del hombre que admiro. A su vez, en términos de lugares intangibles, ese hombre está parado justo entre la que soy y la que preferiría ser. Suficientemente ignoto para ser como lo quiera, y sabido para ser caro a mi alma. Brilla el doble: con su luz, y con la de su celebrado vecino. Brilla tanto que no lo puedo mirar. Intento tomarlo con las manos, ponerlo en otro lugar, en algún espacio umbroso para contemplarlo sin deslumbramiento y sin dolor. Pero me quema. Brilla porque arde. Resulta que mi alma océanica ha elegido, para descansar, un espacio de fuego. Resulta que mi corazón de agua sólo ansía ser atmósfera de su piel.

El hombre que me ama me encontró en la única esquina del remoto pueblo que el conocía bien. Mi casa ya era su referencia, y mi vecino su amor prohibido. En esas coordenadas que pocos consideramos, yo estaba justo entre una gran tristeza y la existencia preferible. Su amor desproporcionado y fanático fue el bálsamo perfecto para mis quemaduras.

Cada cual con sus ladrillos de bellos sueños hechos de sueños rotos reciclados, fuimos construyendo un hogar para los dos; un refugio, un territorio propio y perfecto donde nuestros espíritus, cansados y sedientos, acuden a descansar y reponerse.

Los sueños son perfectos. Ya decía el gran Freud que los sueños son realizaciones de deseos, con ese don que tenía para poner el dedo en lo cierto con dos o tres palabras.
Los amores imposibles, por mucho que nos atormenten, no deben hacerse posibles jamás. Porque una vez que ese hombre tan larga, profunda e íntimamente adorado se convierte en el cretino que ronca a tu lado... ¿que te queda en la vida?
Es cierto también, que mientras ese hombre siga ocupando el escaño que ocupa, tus chances de ser feliz con otro, se reducen drásticamente. Pero también hemos experimentado lagunas en la vida, que coinciden con la aprición de alguien especial, a cuyas orillas llegamos cuando ese alguien especial deja de serlo, y volvemos a arrastrar los pies por la tierra de los sueños.
El amor imposible es ese de ojos brujos y andar gitano, que aparece de improviso para recordarte que jamás lograrás ser inmune a él, y luego desaparece por largo tiempo, o quizás para siempre. Ese que no te deja dormir en paz, que está en tus sueños, y en tu mente cuando despiertas, ese que te impulsa a sacar lo mejor de ti misma y a rabiar porque nunca serás suficiente para él. Ese que con un simple Hola en el teléfono pone en marcha los engranajes de la funestra máquina de ilusiones que consume toda tu energía.
Querrás verlo, querrás no verlo nunca más, desearás atreverte a hablarle, pero no osarías escuchar su respuesta... porque el imposible sólo puede ser tuyo.
Tuyo para venerar.