lunes, 5 de enero de 2009

BELLEZA Y BONDAD


Belleza y Bondad paseaban por su vergel, tomadas de la mano. Las jóvenes gemelas no sabían de días lluviosos, cada chubasco o tormenta un aporte a la perfección de su jardín, pintando el arcoiris que las acompaña a todas partes.
Belleza y Bondad gustan de retozar junto al arroyo, donde crecen los frutos más dulces, la brisa más acariciante, algas en aguas cristalinas sobre redondeados cantos.

El paisaje en la otra margen del pequeño arroyo muestra todo lo contrario: rocas puntiagudas, arenas ardientes, chirca seca y espinosa, y luego la cerrazón del tupido monte indígena. A lo lejos se divisaban las construcciones de los hermanos Feo y Malo, de la misma edad que Belleza y Bondad, que también iban a reponer sus fuerzas al mismo arroyo, y no tan casualmente a la misma hora.
Feo y Malo siempre alardeaban de sus posesiones, jactándose que todo lo habían logrado ellos mismos con sus manos, y sin la ayuda de nadie. Belleza y Bondad no dudaban de que así fuera, ya que nunca se los vió junto a criatura alguna, y los admiraban por ello.
Las hermanas y los hermanos habían crecido muy cerca, habían crecido al mismo tiempo, pero en medios y condiciones muy distintos. Los padres de ambos habrían tenido una gran pelea en algún momento, especulaban ellos tratándose de explicar el distanciamiento.El arroyo había marcado una frontera entre los hogares de ambas familias.
Pero los adolescentes se miraron mucho todas sus vidas, se admiraron a lo lejos, se detestaron de orilla a orilla, rieron, jugaron a tirarse piedras y se las tiraron. Finalmente Belleza se enamoró de Malo, como lo hizo Bondad de Feo.
Un buen o mal día, los cuatro en plena fiebre de celo corrieron a los pajonales. Con un polvo estelar, Belleza y Malo engendraron a la Bella Malvada, y en un polvo sereno y compasivo Bondad y Feo trajeron al mundo a Feo Bonachón. Las atrocidades que comenzaron a suceder en el mundo cuando estos dos crecieron y proliferaron, son material para la Crónica.