lunes, 31 de marzo de 2008

Desde la Almeja de Mary Oliver


Somos así: duras por fuera e impenetrables. Pero tenemos estómago y corazón, y órganos sexuales. Conocemos el hambre, y también las pequeñas satisfacciones. Nos escondemos de la luz. A veces la marea nos arrastra hasta la orilla, y allí no podemos evitar abrirnos, aunque sea un resquicio; es entonces cuando el insoportable fuego del mundo nos quema. Podemos morir, o podemos llenarnos de arena, enterrarnos en ella y esperar que las buenas aguas vengan por nosotras. Sabemos esperar, por cierto. Tenemos una paciencia infinita, capaz de crear belleza y valor.
Somos así, así amamos la vida, y así la vida nos quiso: con esa forma y no otra. Sin extensiones. Sin pretensiones. Ante las adversidades, sólo podemos ocultarnos y esperar que todo pase. Tenemos nuestro lugar, nos adherimos fuertemente a nuestra base original. Pero puede suceder que nos desprendamos, quedando a la deriva y preguntándonos, que y cómo y cuando y quien; y ¿por qué a mí? y ¿hasta cuando?
Nos reproducimos sin contacto. Podemos vivir amontanadas, pero nunca juntas, siendo cada una de nosotras en infinita soledad y aislamiento. Sordas y ciegas, somos para tantos casi nada, algo que se amontona en la playa y se quiebra bajo el peso de los otros, cuando el inclemente sol ha logrado secar hasta lo más intimo propio.

No tengo ojos para este mundo, no tengo oídos, no tengo manos. No tengo ideas para este mundo porque todo lo que soy es centro, sensible, receptivo, emisor sólo de flujos, con un tiempo y una energía que se conecta íntimamente con lo subterráneo.
Puede suceder que alguien en estado de dicha serena, me encuentre un día posterior al último de los míos, y a fuerza de pura incomprensión azorada, me adopte como amuleto.

No hay comentarios: