
Eso pensaba mientras profanaba este lienzo comenzado por el Cóndor, con una dulzura superior a mis fuerzas. Ahí estoy yo, pintada pintando esa misma escena por el dibujada, con el fantasma de Mata Hari y su amado infiel, tramando con el oído puesto sobre el corazón de ella. Ella y su corazón partido, ella y su famosa expresión de soberano desprecio que blandió aún frente al escuadrón de fusilamiento. Ella y su talento, su poder, su soledad, y su dolor.