EL CORAZÓN ADMINISTRADO
Enantiodromia es el principio según el cual los opuestos, en sus extremos, tienden a convertirse en el otro. Es la velocidad de los opuestos. Es complementariedad en términos dinámicos. La razón por la que la historia es una sucesión de golpes y contragolpes, la razón del péndulo, lo que hace que una empática elipsis muera en una aburrida y autoritaria recta, más dinámica y menos contemplativa. Acción y contemplación se amarán luchando.
Al análisis tópico y dinámico de la conciencia y las funciones cognitivas (memoria, atención, lenguaje), lo transversaliza, lo urde, la enantiodromía. Esto es el principio de una física del autoritarismo. El autoritario no quiere perder... y por eso pierde contacto con sus sentimientos y se cobija en un castillo de soberbia, un mundo de fantasía donde él es emperador. Y así decide cual corazón pesa menos que una pluma y es admitido en el palacio, o cae a los infiernos a alimentar por siempre las llamas que calefaccionan su portentosa morada (condenada por la propia física a ser irrevocablemente gélida: un palacio de cristal no podrá ser cálido jamás)
Pero no olvidemos que el propio autoritarismo se incrusta en el centro de la necesidad de placer, en reinos del amor. Que ambos reinos, el de las emociones y el de la ley de la razón, miden lo mismo y son liminocéntricos, para cuando descubrimos la tercera capa. Es que la propia conciencia en cada una de sus funciones es liminocéntrica.
Tratando de superar la ambigüedad del personaje, es que fallamos. El hambre mueve hasta que mata. El rey malhumorado se queda solo y se muere de aburrimiento. Recordar es haber prestado atención, y poder narrar lo que pasó. Deseamos, representamos nuestros objetivos para irlos alcanzando, visualizamos el futuro que deseamos y caminamos incansablemente. Es la necesidad de estar al acecho.
Ojo liminocéntrico de Escher
Enantiodromía, según Heráclito ley natural, es progresar hacia el opuesto. Las cosas tienden a ir moviendose hacia el extremo opuesto, luego ocurre una reacción que impulsa el contra-movimiento.
Decimos querer moderarnos, famélicos de deseo. Lo cierto es que somos jueces y criminales de nuestra propia esencia. Y no podemos -ni debemos- dejar de serlo.
La ambigüedad nos constituye en ritmo y contenido, pero representada en forma inconsciente -en especial con proyecciones hacia otras personas que manifiestan aspectos de nuestra sombra- y puede conducir a grandes tragedias humanas.
Más que una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte. Decía Susan Sontag. Una erótica de la vida, de nuestro conducirnos por ella acechando nuestras emociones. Si como dice Stephen Hawkings, las leyes de la biología pueden reducirse a las de la química, y las de la química a las leyes de la física... deberíamos centrar nuestras observaciones en las fuerzas que nos impulsan, el dato más auténtico y primitivo, cada una de nuestras sensaciones. En este camino es que encontramos al sexo como avenida de crecimiento.