lunes, 13 de agosto de 2007

Meditación sobre la Vida

"La vida y la conciencia -inseparables- están presentes, con pleno derecho, incluso en los seres más primitivos que pueblan nuestro planeta. En este contexto, una meditación, entre las más simples y fecundas del tantra, tiene como tema la Vida misma. La propongo ahora al lector.

Sentado en mi posición de meditación, o en una silla, siempre que mi columna esté bien vertical y equilibrada ( ¡no rectilínea! ), relajo primero la mayor cantidad posible de músculos, sin olvidar los del rostro. Observo mi respiración durante algunos instantes, y percibo entonces la corriente de aire fresco que me entra por los orificios de la nariz, el aire caliente que sale. Luego me pongo a escuchar el cuerpo; dicho de otra manera, capto todas las sensaciones corporales que puedo. Comienzo por la planta de los pies, subo por las piernas, el tronco, la nuca, la cabeza, luego, siento las palmas de las manos, recorro los brazos, atravieso los hombros, llego a la nuca y al interior de la cabeza.
Siempre consciente de la respiración que va y viene, me maravillo de encontrarme con vida, aquí y ahora, en un cuerpo humano. Qué formidable es simplemente estar con vida. Luego, tomo conciencia de que esta vida me ha llegado a través de mi madre, que la recibió de la suya, mi abuela, y así sucesivamente. Trato de recuperar el recuerdo feliz más antiguo de mi madre y, si hay conflicto -es más frecuente de lo que se cree-, sin tardar, paso a la generación precedente. Trato también de volver a ver a mi abuela, si la conozco, para que todo sea bien concreto. Luego, tomo conciencia del linaje ininterrumpido y anónimo de las madres y, con amor, les agradezco haber transmitido así la llama de la vida hasta mí. No un agradecimiento de boquilla, sino una ola de amor: la meditación no excluye el sentimiento, muy al contrario, éste es el motor mismo de la meditación.
¿Adónde seré llevado al remontar el linaje de las madres? ¿A la primera mujer? Mucho más allá, pues ella misma se inscribe en la corriente de toda la evolución de la vida terrestre.
Si pudiera recorrer así mi genealogía desconocida e incognoscible pero real, llegaría al origen de la vida sobre nuestra Tierra. Y esta vida de los orígenes se ha transmitido, a través de todas las formas de la evolución, desde los organismos unicelulares de los oceános primitivos, hasta mí, sin una milésima de segundo de interrupción. En otros términos, la vida que palpita en mí es tan antigua y tan nueva como el primer día de la creación. Yo soy esta vida que ha atravesado los miles de millones de años. Cuando llego a advertir este hecho irrecusable, mi pequeño yo se borra y me convierto en la Vida. Inserto en ese proceso extraordinario y misterioso, me siento unido a todo el pasado de la vida del mismo modo que a todas las formas actuales del planeta. Remontando la corriente de la evolución, en un momento dado pasaré por el estado de pez, de larva, me convertiré en el infusorio de los orígenes, que encerraba en sí todo el dinamismo de donde emergieron todas las formas subsiguientes.
Por otra parte, ¿no revivo de manera abreviada, en el vientre de mi madre, como embrión y como feto, toda esta evolución? Toda la potencia, toda la inteligencia de la vida están presentes en mí, aquí y ahora. Todas las experiencias de la vida están incluidas en mis genes, en mi vida. Mi vida individual se vuelve extraordinaria y, al mismo tiempo, desdeñable.

Por supuesto no se trata de hacerse a sí mismo grandes discursos filosóficos, sino de tomar conciencia de la Vida, y de sentirse llevado por Ella, sentirse parte indisociable de toda vida sobre el planeta....Desde esta perspectiva nuestra preocupaciones, grandes o pequeñas, se desdibujan.
¿Durante cuánto tiempo hay que sumergirse así en la Vida? No se fija ningún límite inferior ni superior. Un minuto, cinco, treinta, el tiempo durante el cual uno se sienta bien.
Esta meditación nos conecta realmente con fuerzas extraordinarias."

André van Lysebeth

No hay comentarios: